Dios te ha hecho libre

La voz del Padre resuena como un recordatorio poderoso: ya fuimos hechos libres. Las cadenas fueron rotas, las deudas canceladas, y las circunstancias pasadas no determinan el presente. Este mensaje invita a mirar la vida con los ojos del espíritu, a disfrutar los pequeños logros, y a vivir con gratitud, sabiendo que Dios construye sobre bases eternas y firmes. Dios no solo libera… también construye, afirma y da sentido.

Libertad —dice el Padre—, libertad doy a los cautivos,

libertad doy a los presos y a los oprimidos, libertad doy a quien anda sin consuelo. Pero a ti te hice libre desde hace mucho tiempo. Las cadenas fueron destruidas, las deudas pagadas, tus saldos pasaron de rojos a verdes. Tus lamentos se están convirtiendo en cantos de gozo. Tu ayer quedó atrás; solo conserva la lección, no el peso. El pasado ya no tiene poder. Su único valor está en la lección que dejó. Hoy, mi mano no solo destruye lo que oprime, también bendice lo que sostiene.

Dios no derriba lo que construye contigo

¿Cómo destruiría Yo lo que he edificado contigo? Ladrillo a ladrillo he construido tu vida, y todo lo que hoy ves primero existió en mis pensamientos. Nada en ti nació por casualidad; todo fue soñado por Mí antes de ser visible. Aun lo más pequeño que hoy disfrutas fue un sueño sembrado en lo profundo.

Aprende a celebrar incluso las pequeñas victorias. La fe verdadera sabe ver la grandeza en lo que parece insignificante. Recuerda los sueños que una vez te di. Aprende a disfrutar aun los más pequeños cumplimientos, porque lo que parece pequeño es el inicio de algo grande.

Vivir con propósito, no solo existir

Quiero que vivas —dice el Señor— que saborees tus triunfos, que disfrutes la estadía, el hoy, el ahora. Que tu paz sobrepase el entendimiento natural. Que tu fe cierre los ojos humanos y abra los espirituales. Mírate como Yo te veo. No con ojos terrenales, sino desde mi dimensión. Allí, se te ve como una persona que ha tenido mil motivos para rendirse… y no lo ha hecho. No lo hará, porque Yo no dejaré que se rinda quien confía en Mí.

Disfruta el lugar donde estás.

No somos dueños del tiempo. Cada minuto tiene su razón de ser. Mientras dure la estadía en ese lugar —ese momento, esa etapa— hay un propósito que cumplir. Aprovecha cada momento, el hoy y el mañana. No eres dueño del tiempo, porque el tiempo me pertenece a Mí. Cada día, cada minuto, tiene un propósito. Yo trabajo en tu historia, incluso cuando no comprendes los procesos.

Así como el árbol plantado crece hacia arriba, enfrentando el viento, pero firme en sus raíces, así te he hecho Yo. Firme, con propósito, mirando siempre hacia arriba, porque de allí viene tu bendición. Así debe ser la vida: con raíces firmes, fe segura, visión clara y la mirada siempre en lo alto, porque de allí viene la bendición.

Así que hoy te llamo —dice el Padre—:
Vive.
Cree.
Disfruta.
Mírate como Yo te veo.
No quiero frustración en tu corazón ni tristeza en tu mirada. Quiero verte con tu vida a plenitud, porque así te formé y así te veo: libre, fuerte y en victoria.


Este es un llamado a vivir, no solo a resistir. A disfrutar, no solo a soportar. Dios no te formó para la frustración, ni para el lamento, sino para la plenitud. Hoy el Padre recuerda cómo te ve: con vida plena, llena de propósito y de valor. Que la mirada no se nuble por el cansancio, ni el corazón se llene de tristeza. Porque quien fue formado por Dios está llamado a avanzar, crecer, soñar… y disfrutar.

Deja un comentario