En Juan 6:12, después de alimentar a una multitud con cinco panes y dos peces, Jesús da una orden a sus discípulos que puede parecer sorprendente: «Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.» Esta enseñanza va más allá del contexto de los panes y peces; nos llama a un respeto profundo y a una administración sabia de todo lo que Dios nos ha dado. Así como Jesús nos invita a ser buenos administradores de las bendiciones espirituales y materiales, este mensaje nos impulsa también a valorar y cuidar los recursos naturales que Dios creó para nuestro sustento.
Jesús nos muestra un principio espiritual importante: nada en el Reino de Dios debe desperdiciarse. Esto no solo aplica a los recursos materiales, sino también a las bendiciones, enseñanzas y oportunidades que Dios nos da. Esta prédica invita a reflexionar sobre cómo podemos ser buenos administradores de lo que Dios nos ha dado, tanto en lo grande como en lo pequeño.

Dios nos ha dado el mundo natural como una muestra de su bondad y provisión. Los árboles, el agua, el aire y la tierra son recursos esenciales para la vida y, por lo tanto, tienen un valor incalculable. En Salmos 24:1 se nos recuerda: «De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan.« Este versículo enfatiza que la creación le pertenece a Dios y que nosotros, como sus administradores, tenemos la responsabilidad de cuidarla y protegerla.
Dios no nos llama a explotar la tierra sin medida, sino a trabajarla con respeto. El acto de recoger los pedazos sobrantes puede extenderse a recoger cada recurso, reutilizar lo que podamos y reducir el desperdicio, honrando así la creación de Dios.
En el contexto de este pasaje, Jesús había multiplicado cinco panes y dos peces para alimentar a una multitud de más de cinco mil personas. Este milagro muestra que Dios es capaz de proveer abundantemente más allá de nuestras necesidades. Sin embargo, en vez de permitir que las sobras se desperdicien, Jesús enseña la importancia de recoger todo lo que queda.
Dios es un Dios de abundancia, pero eso no significa que debamos descuidar lo que Él nos da. La provisión de Dios es para nuestro bienestar y también para que podamos bendecir a otros. A veces, podemos caer en la tentación de tomar las bendiciones de Dios por sentadas, olvidando que cada don que Él nos da tiene un propósito y un valor.
Filipenses 4:19: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.»
El concepto de «recoger los pedazos» puede aplicarse directamente a la forma en que tratamos los recursos naturales. Los cristianos podemos ser líderes en el reciclaje, la reutilización y la reducción de consumo. En vez de acumular o desperdiciar, podemos enfocarnos en encontrar maneras de ser sostenibles y responsables. Este enfoque refleja una obediencia a la instrucción de Jesús de no dejar que nada se pierda.
Proverbios 12:10: «El justo cuida de la vida de su bestia, pero el corazón de los impíos es cruel.» Así como cuidamos de los animales y la vida, también debemos cuidar de los recursos naturales, siendo justos y compasivos con el medio ambiente.
La instrucción de recoger los pedazos sobrantes nos enseña que cada recurso es valioso. Dios no nos da nada que no tenga un propósito, y cada pedazo recogido tenía el potencial de alimentar a alguien más o de ser usado para un propósito futuro. Esto nos lleva a reflexionar: ¿estamos valorando lo que Dios nos ha dado, o lo estamos dejando pasar?
Pensemos en los dones, talentos y oportunidades que Dios nos da. A veces, lo que parece pequeño o sin importancia es una oportunidad que Dios quiere usar para Su gloria. Cada oportunidad de servir, cada momento de oración, cada palabra de aliento que podemos ofrecer son “pedazos” que, si los valoramos, Dios puede usar para bendecir a otros y construir Su Reino.
1 Corintios 15:58: «Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.»
Jesús nos enseña en Juan 6:12 la importancia de no desperdiciar, y esta lección se puede extender a la forma en que usamos los recursos para que las generaciones futuras también disfruten de ellos. Nuestra responsabilidad no solo es con el presente, sino también con aquellos que vendrán después de nosotros. Esto es una forma de «recoger los pedazos» en un sentido más amplio, asegurándonos de que no dejamos un mundo sin recursos.
Podemos hacer cambios simples como reducir el uso de plástico, conservar el agua y optar por energías limpias. Cada pequeño acto cuenta, y cada uno refleja nuestra obediencia a Dios y nuestro compromiso con Su creación.
Números 35:33-34: «No contaminaréis, pues, la tierra en que habitáis… No contaminéis, pues, la tierra donde habéis de morar, en medio de la cual yo habito.» Este versículo nos recuerda que la tierra es sagrada y que debemos evitar la contaminación y el desperdicio, honrando el lugar que Dios ha preparado para nosotros.
En este pasaje, Jesús no solo realiza un milagro, sino que también enseña a sus discípulos a administrar lo que queda. Esto nos recuerda nuestra responsabilidad como administradores de los recursos que Dios nos confía. Ser buenos administradores no solo implica administrar bien nuestras finanzas o nuestros bienes materiales, sino también nuestro tiempo, talentos y oportunidades de servicio.
La enseñanza de Jesús en Lucas 16:10 nos recuerda: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.» Ser buenos administradores significa que no subestimamos el valor de lo que Dios nos da, sino que lo usamos con responsabilidad y gratitud.
El cuidado de los recursos naturales es también un testimonio de nuestra fe. Como creyentes, demostramos que valoramos la creación de Dios al trabajar para conservar y proteger el medio ambiente. Nuestros actos de sostenibilidad pueden ser una forma de evangelismo, mostrando a otros que servimos a un Dios que valora y cuida de Su creación.
Romanos 8:19-21: «Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios… porque la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.» Esto nos llama a ser agentes de cambio y restauración, trabajando para liberar la creación del desperdicio y la destrucción.
Si Jesús valoró incluso los pedazos sobrantes, cuánto más deberíamos nosotros valorar cada bendición que Él pone en nuestras vidas. En lugar de desestimar las pequeñas cosas o dejar de lado oportunidades que parecen insignificantes, podemos ver cada momento y cada recurso como una oportunidad para honrar a Dios.
- Aprovechar cada oportunidad de compartir el Evangelio: A veces, pensamos que necesitamos una gran plataforma para impactar vidas, pero Dios puede usar incluso una breve conversación.
- Ser agradecidos con cada provisión: Desde nuestras finanzas hasta nuestro tiempo, podemos buscar maneras de usarlos para glorificar a Dios y bendecir a otros.
- Ser fieles en lo pequeño: Tal vez se nos pide servir en tareas que parecen insignificantes, pero cada acto de servicio honra a Dios y puede hacer una gran diferencia en Su Reino.
Al aprender a recoger los pedazos, podemos llevar este mensaje a nuestras acciones diarias de cuidado ambiental y aprovechamiento responsable. Así como Jesús instruyó a sus discípulos a no desperdiciar ni siquiera las migajas, nosotros también somos llamados a ser buenos administradores de los recursos naturales, usándolos con gratitud, respeto y responsabilidad. Cada acto de conservación es una manera de honrar a Dios y cuidar el mundo que Él ha creado para nosotros.
La instrucción de Jesús de recoger los pedazos sobrantes es un recordatorio de que en el Reino de Dios, nada es insignificante. Dios valora cada acto de obediencia, cada recurso y cada oportunidad que nos da. Hoy, que podamos reflexionar sobre cómo estamos administrando lo que Dios ha puesto en nuestras manos. ¿Estamos permitiendo que algo se pierda? Que podamos ser fieles, diligentes y agradecidos, sabiendo que Dios puede multiplicar y usar aún lo más pequeño para Su gloria.
Señor, te damos gracias por la belleza y abundancia de tu creación. Te pedimos que nos des sabiduría para ser buenos administradores de los recursos que has puesto en nuestras manos. Ayúdanos a vivir en gratitud y a aprovechar cada bendición de forma responsable. Que podamos reflejar tu amor a través de nuestro cuidado por el medio ambiente y por todos los recursos que nos das. Señor, te damos gracias por cada bendición y provisión que nos das. Ayúdanos a valorar y administrar bien lo que has puesto en nuestras manos. Danos la sabiduría para aprovechar cada oportunidad, cada talento y cada recurso para tu gloria. Que nada se pierda en nuestras vidas, y que cada cosa sea usada para servirte a ti y a los demás. En el nombre de Jesús, amén.
