Llamados a Servir a Dios

El servicio a Dios no es una opción o un acto reservado para unos pocos, sino un mandato para todo aquel que ha experimentado el amor y la gracia de Cristo. En nuestra vida de fe, no solo somos llamados a creer, sino también a actuar. Jesús mismo dijo en Mateo 20:28: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.»

A través de esta publicación, mi oración es que cada uno de nosotros se sienta motivado y desafiado a servir a Dios con todo nuestro corazón, reconociendo que el servicio a Dios es una respuesta de amor y gratitud por lo que Él ha hecho por nosotros.

Servir a Dios no es una carga, sino una expresión de agradecimiento por todo lo que Él ha hecho por nosotros. En 1 Samuel 12:24, se nos exhorta: «Temed a Jehová, y servidle de verdad con todo vuestro corazón, pues considerad cuán grandes cosas ha hecho con vosotros.» Cuando recordamos las grandes bendiciones y el sacrificio que Jesús hizo por nosotros en la cruz, nuestro corazón debe llenarse de gratitud, impulsándonos a servirle de manera sincera y desinteresada.

El servicio a Dios nace de un corazón agradecido. No servimos para ganar puntos con Dios ni para obtener reconocimiento de los demás, sino porque comprendemos cuánto hemos recibido de Su gracia y amor. Cuando servimos, reflejamos el carácter de Cristo en nuestras acciones, mostrando al mundo quién es Jesús.

Colosenses 3:23: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.»

El mejor ejemplo que podemos seguir en nuestro servicio es el de Jesucristo. Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, nos mostró que la grandeza en el Reino de Dios se mide por la capacidad de servir a los demás. Juan 13:14-15 narra cómo Jesús lavó los pies de sus discípulos, un acto de humildad y servicio. Después de hacerlo, les dijo: «Si yo, el Señor y Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.»

Servir a los demás es un reflejo del carácter de Cristo en nosotros. No se trata de buscar el reconocimiento, sino de seguir el ejemplo de Jesús, quien vino a este mundo no para ser servido, sino para servir. Cuando servimos, imitamos a nuestro Salvador, y este servicio trae gloria a Dios y bendición a los demás.

Marcos 10:45: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.»

Cada acto de servicio que hacemos es una contribución al Reino de Dios. Dios nos llama a ser sus manos y pies aquí en la tierra. Cuando servimos, estamos participando en la obra redentora que Dios está haciendo en el mundo. Efesios 2:10 dice: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.» Dios nos creó con un propósito, y parte de ese propósito es servirle a través de las buenas obras.

No importa si nuestro servicio parece pequeño o grande a nuestros ojos, todo lo que hacemos en el nombre del Señor tiene un impacto eterno. Desde ayudar a un hermano en necesidad hasta predicar el Evangelio, cada acto de servicio contribuye al avance del Reino de Dios.

Mateo 25:40: «Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.»

Dios no solo quiere nuestro servicio, sino que quiere que lo hagamos con todo nuestro corazón. En Josué 22:5 se nos da esta instrucción: «Amad a Jehová vuestro Dios, y andad en todos sus caminos, guardad sus mandamientos, y seguidle, y servidle de todo vuestro corazón y de toda vuestra alma.» El servicio a Dios no debe ser una obligación, sino un acto de amor y devoción. Dios se complace cuando servimos de corazón, con gozo y disposición.

El servicio cristiano no se trata de un acto externo, sino de una disposición interna que brota del amor que tenemos por Dios. Cuando servimos con todo nuestro corazón, experimentamos la verdadera alegría y satisfacción que provienen de cumplir con el propósito de Dios en nuestra vida.

Romanos 12:11: «En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.»

Servir a Dios es uno de los privilegios más grandes que tenemos como creyentes. No es una carga, sino una oportunidad de participar en la obra de Dios y reflejar su amor al mundo. Cuando servimos a Dios, estamos respondiendo a Su amor, siguiendo el ejemplo de Jesús y participando en la expansión de Su Reino.

Hoy, te animo a que busques maneras de servir a Dios en tu vida diaria. Ya sea en tu iglesia, en tu comunidad, o en tu familia, hay muchas oportunidades para glorificar a Dios a través del servicio. Recuerda que todo lo que hagas, hazlo como para el Señor, y Él te recompensará.

Señor, te damos gracias por el privilegio de poder servirte. Ayúdanos a hacerlo con corazones agradecidos, siguiendo el ejemplo de Jesús. Que cada acto de servicio que realicemos sea para tu gloria y para la edificación de tu Reino. Danos el gozo y la disposición de servirte con todo nuestro ser, y que nuestras vidas sean un reflejo de tu amor y bondad. En el nombre de Jesús, amén.

Deja un comentario