Cuando te hablan de oración empiezas a pensar que tienes que aprenderte de memoria un lenguaje de comunicación hacia Dios, empiezas a pensar que; lo que tú tienes para decirle, pueda ser que no sea escuchado; empiezas a pensar que probablemente a ti no te escuche Dios, piensas que las palabras que saldrán de tu boca no serán las adecuadas, empiezas a pensar que no tienes un lugar sagrado para hacer una oración, empiezas a pensar que no estás lo suficientemente preparado o limpio para hablarle a Dios; piensas que, tendrás que estar por horas arrodillado; empezamos a pensar que será un acto de aburrimiento, y empezamos a decir o a pensar ¿qué podemos decirle a Dios?. Ya se ha estandarizado una imagen y un pensamiento respecto a una oración. Y empezamos a cuestionarnos ¿qué le vamos a decir a Dios?
Orar es platicar con Dios, contarle tus problemas, contarle tus preocupaciones, tus fallas, contarle tus pecados, contarle tus victorias, tus logros. Orar es confesarle a Dios tu vida, como a un amigo. Orar no necesariamente tendría que ser de rodillas –de rodillas es un acto de humillación y respeto, y es necesario hacerlo-, lo puedes hacer desde tu pensamiento, en cualquier lugar y en cualquier momento, no necesariamente solo en su casa de oración. Lo puedes hacer con los ojos abiertos, con los ojos cerrados, corriendo, caminando, en tu trabajo, en tu casa, incluso durmiendo. La oración es dialogar con Dios. La oración es una conversación con Dios. La oración es de doble vía, porque Dios también conversa con nosotros. Orad sin cesar -1Tesalonicenses5:17-, significa que nuestra oración debe ser un diario vivir, como respiramos diariamente así debemos hablar con Dios. Dios nos llena de paz cuando oramos, nos llena de sabiduría y entendimiento. Orar no es repetir las mismas frases a cada momento como palabras de memoria. Orar es hablarle con el corazón a Dios. Dios quiere que le busquemos en intimidad, quiere que le busquemos de frente. Que lo busquemos más y más. Todo lo que tú pidieres en oración, creyendo lo recibiréis, -Mateo21:22-.
Dios, además de nuestras obras y nuestra fe, también necesita la comunicación con Él, de esta forma hallaremos la gracia en Él. Dios quiere que seamos libres en su presencia y en sus tiempos de oración. Que le hablemos tal y como nos nazca desde el fondo de nuestro corazón. Tenemos que hablar con Dios, es necesario el tiempo a solas con Él. Busquemos un lugar en donde nos sintamos en intimidad con Él, no dejemos que existan distractores que interrumpan nuestra comunicación con Dios. Todos necesitamos un período a solas con nuestro Señor, no importa el momento y la hora y el tiempo que dure nuestra oración: Dios más que cantidad, prefiere calidad. Pidámosle al Espíritu Santo ponga en nosotros la actividad espiritual de podernos comunicar con Dios, esa actividad del alma y de espíritu, esa disciplina que active esas llamas de la oración eficaz, esos tiempos de conversación.
Busque de Dios, busquen de su Espíritu. Buscad y hallaréis, tocad y se abrirá, -Mateo7:7-.
Gabriela Reyna
Generación de Ester
